Los primeros contactos
del bebé con el pecho materno le proporcionan una valiosa información al
cerebro.
El bebé nota la piel
suave y caliente de su madre, estimula su tacto, percibe los sonidos del latir
de su corazón lo que le tranquiliza al sentirse como en casa, el olor de su
pecho activa su reflejos de búsqueda del pezón y cuando tiene cerca el pezón lo
lame, el sabor dulce de su leche le sacia el hambre, la sed y le
proporciona placer, fabricando opiáceos que le relajan y favorecen el descanso
y el sueño.
Cuando el pequeño
integra todas estas percepciones en los circuitos de su cerebro,
asociándolas a los distintos estados de placer y satisfacción. Intentar
preservar el hábitat del bebé, que se sienta como en casa (su casa hasta ahora
ha sido el útero materno) es hacerle sentir valioso, satisfecho, es liberarle
de estrés y fomentar un mejor desarrollo de las conexiones neuronales de su
cerebro. Facilitando una mayor autoestima y personalidad segura.
Estos mecanismos de
placer se reproducirán más fácilmente ante otras experiencias de aprendizaje
(es lo que hemos grabado en nuestra mente), y ya se sabe que lo que se aprende
con satisfacción y placer se aprende mejor.
Cuando un bebé pide
contacto, recordemos que la teta no es sólo alimento, y al niño se le hace
esperar porque no han pasado 3 horas desde la última toma o no se le escucha,
el niño que vive inseguro y con miedo porque no controla la
situación, sus progenitores como menos previsibles, emocionalmente
distantes y en la mente del bebé se crea una representación de esta
relación
caracterizada por la
incertidumbre.
Se establecen circuitos
como respuesta al miedo y la reacción tiende a perpetuarse automáticamente.
Muchos miedos almacenados en la infancia son inconscientes y perduran siempre.
El hecho de no saber pedir ayuda es porque ha aprendido que nadie se la
va a dar porque a veces de pequeño lloraba pidiéndola y nadie le hacía caso
(esto se llama indefensión aprendida y lo presentan muchos niños a los que se
ha tardado en atender o se les ha dejado llorar).
Un bebé que disfruta de
la experiencia repetida de respuestas de atención consistentes y rápidas a sus
es capaz de desarrollar un modelo mental seguro y organizado de su relación
emocional.
No responda a su bebé y
hará un adulto que no pregunta, deje llorar a su bebé y tendrá un adulto que no
sabe quejarse adecuadamente porque la forma natural de hacerlo ha quedado
truncada y alterada en él. El llanto es un proceso comunicativo que no debería
ser manipulado nunca.